martes, 3 de marzo de 2015

Artículo sobre poesía argentina

Para poder entender la poesía argentina actual, debemos tener en cuenta a dos poetas claves que desarrollaron su obra a fines del siglo XX: Héctor Viel Temperley y Néstor Perlongher.
Héctor Viel Temperley nació en Buenos Aires, en 193l . Publicó nueve obras. Murió en Buenos Aires en 1987. Es considerado uno de los poetas llamados místicos, ajenos todos al canon de la poesía argentina. Poetas que, al margen de la ilustración triunfante, poseen una fe, “hay dos clases de hombres: los que aman el alma del hombre y los que no se atreven. El alma incluye al cuerpo”.
Fue publicista, como Enrique Fogwill – famoso escritor argentino contemporáneo- que lo admiraba y en gran medida contribuyó a que se lo leyera. Solamente dio una entrevista en su vida (a Sergio Bizzio -escritor, cineasta, músico y dramaturgo argentino).
Según algunos críticos, debido al trato de sus propias muertes, es posible definir un paralelo entre su obra y la de la famosa poeta argentina Alejandra Pizarnick (en ambos casos se construyen un personaje con su propio relato; ella sería la sonámbula suicida y Viel Temperly el nadador místico, el enfermo),  la del chileno Enrique Lihn y la del argentino Néstor Perlongher, del que hablaremos luego.
Con paisajes de campo, de vacaciones, de deporte, Crawl es tomado por algunos como uno de los libros más influyentes para la literatura argentina posterior a los noventa, como lo demuestran las obras de poetas contemporáneos jóvenes como Clara Muschietti  (La campeona de nado), Jonás Gómez (Equilibrio en las tablas, sobre un concurso de skate)  Fernando Callero, que alude a la pesca con un tono parecido o Mariano Blatt -uno de los más leídos de la actualidad -, que implementa ciertos temas y climas similares y una concepción ligada a lo divino en su poética.
Viel Temperley tomaba como metáfora para la respiración del verso la respiración del nadador, para el esfuerzo del escritor; el del atleta, el mantra que sugiere la repetición, los versos como brazadas. Pero no solamente eso, ya que a la figura del nadador se superpone la del místico, ya no religioso como en sus primeros libros, sino que ahora la comunión es con su propio cuerpo (“voy a lo que menos conocí en mi vida; voy hacia mi cuerpo”) y otros más del mundo masculino; cosacos, pugilistas y marineros. El yo lírico entra en escena mediante la repetición variada de mismos temas exacerbando la imagen (otra vez podemos relacionarlo con Perlongher) mediante el ritmo repetitivo del rezo. Hospital Británico, alude a la institución en que pasó el final de su vida, luchando contra un tumor cerebral, y también al origen inglés de su familia. Son fragmentos de años anteriores y de ese momento, navegando una agonía por momentos alucinadora y por momentos consciente.

Fragmento: “Tengo la cabeza vendada. / Mi cuerpo -con aves como bisturíes en la frente- entra
en mi alma. (1984). / El sol, en mi cabeza, como toda la sangre de Cristo sobre / una pared de anestesia total (1984). / Santa Reina de los misterios de los rosarios del hacha y / de las brazadas lejos del espigón:  / Ruega por mí que estoy / en una zona donde nunca había anclado con maniobras /de Cristo en mi cabeza. (1985).”

Otro caso destacado es el del Néstor Perlongher, nacido en los suburbios de Buenos Aires en 1949, creador de una de las obras poéticas y ensayísticas más lúcidas y transgresoras del siglo XX.
Además de poeta, fue sociólogo, antropólogo, militante trotskista, luego libertario y además uno de los principales referentes del Frente de liberación homosexuales en la Argentina.
Durante la dictadura militar (1976-1983) fue detenido y procesado penalmente. Más tarde escribió uno de sus textos más famosos; Cadáveres.  En 1981, decepcionado por el aburguesamiento de la colectividad gay en Argentina, se fue a San Pablo, Brasil, en donde realizó su maestría en antropología social con una tesis que dio pie a su ensayo: La prostitución masculina (en el que, al igual que Viel Temperley, se adentra en un mundo de estereotipos masculinos) y ejerció como profesor. Fue parte fundamental de la llamada literatura neobarroca rioplantese, que él mismo bautizó como “neobarroso” (haciendo un juego de palabras con el barro del río de la plata).
Influenciado por autores como Bataille, Deleuze y Foucault, trabajó una nueva idea del deseo; “Yo tenía un espíritu plebeyo, de barrio de extramuros, que me llevaba a sentir la poesía como algo muy bello. Mezclado con lo bestial, enchastrado, embarrado, pero lleno de brillos y de lujos, feo jamás”, explicó. También como Viel Temperley, no dejaba de lado al cuerpo, abrazando la mejor premisa de los ’70´s : la idea de que toda experiencia política pasa, primero, por él.
En Brasil se interesó por el mundo de los rituales (precisamente del Santo Daime), donde consumía drogas alucinógenas, reflexionando luego sobre el carácter político de esa época.
Con semejante imaginario, sumado al universo marginado del Riachuelo, su escritura es una fiesta verbal, una alucinante adaptación barroca de formas recargadas, criticando a las vanguardias y las posturas estéticas complacientes. Falleció, siendo portador del Sida, en el año 1992.

Fragmento:“Empero, en la lingüita de ese zapato que se lía, disimuladamente, al/espejuelo en la/ correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas/ arriba de ese monedero/ que se deshincha, como un buhón, y, sin/ embargo, en esa c... que, cómo se escribía? c... de qué?, más,/Con Todo 
Sobretodo/Hay Cadáveres”.

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